La Agencia de Asuntos de Aragca, o Triple A por sus siglas A.A.A., es la organización estatal encargada de la inteligencia (es decir, espionaje) tanto a nivel internacional como interno. Sin embargo, la palabra "Triple" implica más que un nombre formado por tres letras; es un criptónimo que denota algo más oscuro y siniestro. A los ojos de la opinión mundial, Aragca no tiene espías, pues estos siempre están infiltrados en otras agencias, como la CIA, la KGB, la Gestapo, la OCI, el Tintero de Oro, Los Jueveros, etc. Por lo general, el procedimiento es el siguiente: se infiltra un agente de Aragca, digamos, en la CIA, donde solicita ser asignado como agente encubierto en alguna organización enemiga, como la KGB o la OCI.
En un café del centro de la ciudad, se encuentran dos sujetos misteriosos. Uno de ellos lleva el clásico gabán y sombrero de los agentes del Tintero de Oro, mientras que el otro viste con una gabardina y la gorra característica de un operativo de la Gestapo. Ambos observan con cara lujuriosa a la hermosa camarera que ha traído un par de tazas de café arábigo para los caballeros.
Uno de ellos, con gesto grave y solemne, le entrega al otro un sobre con documentos y fotos.
—¿Estás seguro de esta información? —preguntó bruscamente el Señor Rosado.
—Es 100% fidedigna, nos costó mucho trabajo y sangre obtener esos datos —respondió visiblemente alterado el Señor Naranja.
—Lo que allí se indica destaparía el escándalo de corrupción más grande del país, es material muy explosivo.
—Todos estamos en peligro —respondió el Señor Naranja, mientras daba un sorbo de café—. Está bastante amargo —indicó, un tanto indignado.
—Señorita, ¿tiene usted algo de azúcar? A mi amigo no le agrada el café para hacer abortos.
La dama, algo asustada, se acerca con rapidez, casi que se le doblan los talones al intentar atender los requerimientos de esa mesa en especial. Les ofrece varios sobres de azúcar.
—Tenemos blanca, morena y edulcolorante alternativo de aspartame —les dice ella, fingiendo una sonrisa que la hace ver aún más bella.
El Señor Naranja agarra rápidamente tres sobres de aspartame y los mezcla en su taza. Da otro sorbo y, por la expresión en su rostro, se puede adivinar que el café ya está a su gusto. La camarera simplemente hace un gesto de aquiescencia y se retira para atender otra mesa.
—Tendremos que avisarle a la Jefa —murmuró discretamente el Señor Rosado.
— ¿La Jefa? No la conozco, dicen que es el diablo mismo, ... , o alguien mucho peor.
— Lo mejor será que cada uno de nosotros salga por puertas diferentes. Yo iré por el frente y tú por atrás, de ese modo no llamaremos la atención. ¿Hay alguien más que sepa de este asunto?
—No que yo sepa —indicó el Señor Naranja, sintiendo un leve espasmo, como de cólico que se avecina.
Ambos salen por separado, tal como acordaron. La camarera, que ha terminado su turno, también se coloca una gabardina y un sombrero, y se dispone a seguir a Rosado en la oscuridad de la calle.
—¿Había descubierto Naranja el problema de los clones? —preguntó la misteriosa camarera al Señor Rosado.
—Tenía pruebas de todo, prácticamente al detalle.
—Quema todo ese material. Nadie debe enterarse de que varios de los personajes de este blog y de muchos otros han sido clonados por extraterrestres, todo financiado con los impuestos de los contribuyentes.
—¿Qué pasará con Naranja?
—No te preocupes por él, le puso suficiente veneno a su café como para vivir apenas cinco minutos más. En este momento debe estar charlando con San Pedro. Enviaré un equipo para limpiar la escena.
—De todos modos, si Naranja obtuvo esos documentos y fotos, muchos más pueden estar al tanto del problema.
—No te preocupes, déjamelo a mí. Haré una reunión con los “otros” y les diré que estamos siendo reemplazados por entidades de una inteligencia artificial.
—¿Inteligencia artificial? Vaya, qué ridículo.
—Exacto. Pero para darle mayor credibilidad, necesito montar una escena que parezca convincente. Apenas yo revele la "verdad", entrará tu clon, implicará al Tintero de Oro en el escándalo y, acto seguido, desintegras el mío. No podemos fallar.
—Eres toda una maestra, Jefa —concluyó sonriente el Señor Rosado.