La llegada del hombre a Mimas

I.

La conquista de Saturno ocurrió varios siglos después de la llegada del hombre a Júpiter. No hubo mayor diferencia entre las misiones jovianas y las saturninas: salvo por una larga caminata por los anillos, el resto fue prácticamente idéntico. Básicamente, los astronautas descendían al hexágono del polo y recolectaban muestras de gas atmosférico en cantinas metálicas para su análisis en la Tierra. Tras repetir este ejercicio cuatro o cinco veces, la humanidad perdió interés en colonizar aquellos gigantes gaseosos, y nunca más se volvió a poner pie en la superficie de uno de esos astros. Eso sí, la llegada del hombre a Júpiter como la de Saturno ocuparon al menos la primera plana de la prensa,  tanto en los periódicos de la Tierra, como en los que se editaban en Marte y en otras colonias espaciales. Sin embargo, las noticias sobre la llegada del hombre a las lunas de Saturno no causaban el mismo impacto. A veces apenas se mencionaban en la última columna de la última página, con reseñas inexactas.  

Bueno, con la excepción de la llegada a Titán, que ocurrió varios siglos antes de que se pisara Saturno, el resto de las exploraciones a las doscientas lunas del gigante fueron rutinarias y pasaron desapercibidas. La llegada del primer ser humano a Mimas, por ejemplo, no fue un evento notorio para la humanidad. Llegar a cuerpos rocosos ya era cosa sencilla: bastaba con enviar a dos o tres despistados a "aterrizar" en algún cráter, donde se dedicaban a recoger algunas piedras sueltas, hacían una breve caminata a saltitos y colocaban una bandera si la misión era financiada por un país, o bien el logo de la corporación que costeaba el viaje.

II.

Cibeles Nix miraba con inquietud la pantalla de su astronave, La Cagliomancer. La imagen estaba dominada por la enorme presencia de Saturno y sus anillos. Tuvo que ajustar los controles para enfocarse en su destino: la luna Mimas. Era un objetivo insignificante. Los grandes conglomerados industriales de la Tierra (y algunos de Marte) habían centrado toda su atención en Titán. Después de varios siglos de estudio e intentos de transformación, Titán había inflamado la imaginación de muchos artistas y soñadores que lo veían como un segundo Edén. Pero la realidad era que Titán fue todo menos un lugar hospitalario. Tras varios fracasos, aquella luna quedó relegada a un mero destino de explotación minera. Lo mismo ocurrió con todas las otras lunas y anillos de Saturno.

Cibeles hubiera preferido estar en alguna de las otras misiones, pero aún así, la paga por Mimas era buena. Estaría a cargo de una tripulación compuesta por dos asistentes: el jefe de mecánicos Tadashi, y el geólogo de a bordo Frau Humboldt.

— Alístate, Tadashi, tenemos trabajo. En un par de horas llegaremos a la roca —comentó Cibeles en tono cansino.

— ¿Dos horas? Bueno, creo que puedo hacer una siesta mientras.

— Guarda fuerzas, querida, porque se nos viene trabajo pesado.

— ¡Bah!, lo de siempre. Ya he estado en otras misiones de exploración. Todo está ya calculado y libreteado: descendemos, abrimos la compuerta y dejamos que el robot salga. Nada más hay que ver que las ruedas no estén trabadas para que no haga estorbo. Detrás iremos nosotras con picas, palas y martillos para recoger algunas muestras, mientras "deditos parados" hace la parte fácil. Se mantendrá calentita aquí en la nave, manejando el robot a control remoto, y será quien se lleve el crédito del día.

— No me quejo — replicó Cibeles. — Cumplo con traer gente y equipo a estos lugares. La paga es buena, la pasajera puede hacer lo que desee con su robotito. Eso sí, quiero ser la primera en tocar el suelo de esa luna. Se me ha prometido que el punto de descenso llevará mi nombre y será allí donde se construirá la primera instalación humana.

— Vano consuelo. Será, pues, un nombre más entre millares de otros en los mapas estelares.

— No me importa, estás celosa. Yo tendré una Planicie Cibeles para toda la eternidad, y mis nietos lo recordarán.

— Que algo en el espacio tenga o no tenga mi nombre me es indiferente. Quiero terminar esto lo más pronto posible y regresar a casa (entendiendo por "casa" un módulo minero en Titán) para tener una cena decente.

— Está bien, date una siesta. Hoy estás de un pesimismo muy alto y te necesito con buena actitud.

III.

Parada en Mimas, Zaida podía ver la silueta de La Cagliomancer aproximándose. Desde hacía unas décadas ya venía registrando bastante movimiento en la vecindad. A veces se acercaban sondas y otras naves, nadie bajaba. Pero esta vez era diferente. Su intuición le indicaba que iban a descender. Esperaría con paciencia a sus visitantes mientras alistaba su punzón de picahielos.

La nave descendió en el cráter Hershell, una horrenda cicatriz de aquella luna causada por un encuentro con algún cometa sin nombre millones de años atrás. Allí los estaba esperando. Era fácil adivinar dónde aterrizarían.

Zaida vio cómo una compuerta de la nave se abría y, de allí, salía una especie de vehículo similar a un tractor. El vehículo tenía varios brazos mecánicos y comenzó a oradar el suelo. Al mismo tiempo, sacaba radares, sensores, ventiladores, antenas, paneles solares, láseres, espectrómetros, sismógrafos y un sinfín de gadgets de última tecnología.

Detrás de ese horror tecnológico iban escoltándolo un par de astronautas del siglo XXX. Es decir, no llevaban pesados trajes espaciales, sino que se veían resplandecientes, con un aura brillante: una gruesa atmósfera de nanites las rodeaba a fin de protegerlas de la radiación y proporcionarles aire respirable, además de adecuar la gravedad. Era como llevar un miniambiente terrícola de área personal. De hecho, iban vestidas de manera informal: Cibeles llevaba sandalias y un traje muy similar al usado en verano, mientras que Tadashi, la mecánica, llevaba un bello mono de mezclilla azul.

Zaida se aproximó a ellas. Sabía que no podían verla, ni detectarla. Siendo un espectro fantasmal, era invisible no solo a los ojos humanos, sino a cualquier instrumento.

Cuando estuvo cerca de Cibeles, alzó su punzón y le dio una fuerte puñalada en la espalda, pero Cibeles no sintió nada. Ella siguió buscando rocas, cumpliendo los objetivos de su misión. Como todas las cosas fantasmales, la mano de Zaida simplemente pasó de largo, atravesando el cuerpo. Hubiera parecido un ataque fallido e inofensivo, pero Zaida sonrió al ver la punta del punzón: había una especie de gusano enredado allí. Zaida sabía que era el alma de un ser fetal.

Muchos creen que el alma humana es parte de un individuo o una especie de ente espiritual que comparte identidad con un cuerpo físico mientras este está vivo. Pero no es así. No todos los seres humanos tienen un alma, y aquellos que la tienen no son ni remotamente parte de esa alma, ni comparten conciencia o destino alguno.

Las almas son seres espirituales que se pegan a algunas personas antes del nacimiento y viven allí parasitariamente. Zaida había detectado la larva espiritual en Cibeles, que estaba embarazada. Le fue fácil removerla con su punzón, ya que el enlace alma-cuerpo en un feto no es tan fuerte como el enlace de un adulto. Después de los siete años, se vuelve prácticamente imposible remover el parásito.

Zaida estaba absorta viendo cómo la larva intentaba patéticamente zafarse de su prisión. La miró por largos minutos. Luego, cuando se aburrió, enterró el punzón en el suelo de Mimas, pronunció unas maldiciones en un lenguaje antiguo, miró a Cibeles y vio el hueco astral que había dejado el parásito en el cuerpo del hijo que ella portaba. Sin dudarlo, se metió allí.

Cibeles, instintivamente, se tocó el vientre y sonrió. Sintió los movimientos de su hijita creciendo. Cuando volviera a la Tierra, la llamaría Alma.





Triple A



La Agencia de Asuntos de Aragca, o Triple A por sus siglas A.A.A., es la organización estatal encargada de la inteligencia (es decir, espionaje) tanto a nivel internacional como interno. Sin embargo, la palabra "Triple" implica más que un nombre formado por tres letras; es un criptónimo que denota algo más oscuro y siniestro. A los ojos de la opinión mundial, Aragca no tiene espías, pues estos siempre están infiltrados en otras agencias, como la CIA, la KGB, la Gestapo, la OCI, el Tintero de Oro, Los Jueveros, etc. Por lo general, el procedimiento es el siguiente: se infiltra un agente de Aragca, digamos, en la CIA, donde solicita ser asignado como agente encubierto en alguna organización enemiga, como la KGB o la OCI.

En un café del centro de la ciudad, se encuentran dos sujetos misteriosos. Uno de ellos lleva el clásico gabán y sombrero de los agentes del Tintero de Oro, mientras que el otro viste con una gabardina y la gorra característica de un operativo de la Gestapo. Ambos observan con cara lujuriosa a la hermosa camarera que ha traído un par de tazas de café arábigo para los caballeros.

Uno de ellos, con gesto grave y solemne, le entrega al otro un sobre con documentos y fotos.

—¿Estás seguro de esta información? —preguntó bruscamente el Señor Rosado.

—Es 100% fidedigna, nos costó mucho trabajo y sangre obtener esos datos —respondió visiblemente alterado el Señor Naranja.

—Lo que allí se indica destaparía el escándalo de corrupción más grande del país, es material muy explosivo.

—Todos estamos en peligro —respondió el Señor Naranja, mientras daba un sorbo de café—. Está bastante amargo —indicó, un tanto indignado.

—Señorita, ¿tiene usted algo de azúcar? A mi amigo no le agrada el café para hacer abortos.

La dama, algo asustada, se acerca con rapidez, casi que se le doblan los talones al intentar atender los requerimientos de esa mesa en especial. Les ofrece varios sobres de azúcar.

—Tenemos blanca, morena y edulcolorante alternativo de aspartame —les dice ella, fingiendo una sonrisa que la hace ver aún más bella.

El Señor Naranja agarra rápidamente tres sobres de aspartame y los mezcla en su taza. Da otro sorbo y, por la expresión en su rostro, se puede adivinar que el café ya está a su gusto. La camarera simplemente hace un gesto de aquiescencia y se retira para atender otra mesa.

—Tendremos que avisarle a la Jefa —murmuró discretamente el Señor Rosado.

— ¿La Jefa? No la conozco, dicen que es el diablo mismo, ... ,  o alguien mucho peor.

— Lo mejor será que cada uno de nosotros salga por puertas diferentes. Yo iré por el frente y tú por atrás, de ese modo no llamaremos la atención. ¿Hay alguien más que sepa de este asunto?

—No que yo sepa —indicó el Señor Naranja, sintiendo un leve espasmo, como de cólico que se avecina.

Ambos salen por separado, tal como acordaron. La camarera, que ha terminado su turno, también se coloca una gabardina y un sombrero, y se dispone a seguir a Rosado en la oscuridad de la calle.

—¿Había descubierto Naranja el problema de los clones? —preguntó la misteriosa camarera al Señor Rosado.

—Tenía pruebas de todo, prácticamente al detalle.

—Quema todo ese material. Nadie debe enterarse de que varios de los personajes de este blog y de muchos otros han sido clonados por extraterrestres, todo financiado con los impuestos de los contribuyentes.

—¿Qué pasará con Naranja?

—No te preocupes por él, le puso suficiente veneno a su café como para vivir apenas cinco minutos más. En este momento debe estar charlando con San Pedro. Enviaré un equipo para limpiar la escena.

—De todos modos, si Naranja obtuvo esos documentos y fotos, muchos más pueden estar al tanto del problema.

—No te preocupes, déjamelo a mí. Haré una reunión con los “otros” y les diré que estamos siendo reemplazados por entidades de una inteligencia artificial.

—¿Inteligencia artificial? Vaya, qué ridículo.

—Exacto. Pero para darle mayor credibilidad, necesito montar una escena que parezca convincente. Apenas yo revele la "verdad", entrará tu clon, implicará al Tintero de Oro en el escándalo y, acto seguido, desintegras el mío. No podemos fallar.

—Eres toda una maestra, Jefa —concluyó sonriente el Señor Rosado.


CONCURSO DE RELATOS ed. XLIV, JOHN LE CARRÉ, EL JARDINERO FIEL

Cientifica de Saturno



Después de varios siglos de soledad en Mimas (la luna más pequeña de Saturno), Zaida comenzaba a irritarse a causa de su propia ignorancia. No sabía porque al morir, se convirtió en un horrendo fantasma. Se preguntaba si eso era una característica exclusiva de los humanos o si solo le había ocurrido a ella. En más de una ocasión, pensó en la posibilidad de que alguno de los tantos personajes capaces del viaje transdimensional, llegara accidentalmente a aquella luna desolada. Si eso sucediera, podría realizar ciertos experimentos y llevar a cabo investigaciones científicas sobre la muerte.  

Le intrigaba descubrir si lo que se volvía fantasma era una conciencia independiente al cerebro o si, en realidad, existía un alma o espíritu asociado al cuerpo humano desde algún plano existencial inaccesible. Zaida soñaba con la llegada de alguien, a quien recibiría con amabilidad. Quizás, al principio, le invitaría a una taza de té, conversaría alegremente y luego revelaría que ella también podía viajar entre realidades. Incluso podría jactarse de su habilidad para cambiar de forma a voluntad.  

En su mente, se veía transformándose en un adorable gatito. Esperaba que el visitante se encariñara con la pequeña criatura y la alzara para acariciarla. Entonces, Zaida-Gata le arañaría la cara... o al menos eso creería la víctima. En realidad, no se convertiría en ningún animal: sería una ilusión mental diseñada para ocultar su verdadera intención. El "arañazo" sería una herida profunda en la cara, infligida con su arma favorita: un punzón de picahielos, un instrumento mágico, forjado con maldiciones y encantamientos oscuros de los Nigromantes del Norte de Aragca, con el propósito siniestro de abrir un canal en el cuerpo de cualquier criatura viviente, permitiendo que escaparan la esencia mística y los fluidos sobrenaturales. Nadie podía sobrevivir al "arañazo" más de tres minutos.  

Zaida se imaginaba contemplando a su víctima mientras sucumbía lentamente, la vitalidad escurriéndosele. En su mente, se veía abrazándola dulcemente, susurrando canciones mientras agonizaba. Quizás incluso perforaría repetidamente con una acción de "mete-saca" el punzón, en la base del cráneo para acelerar el proceso. Finalmente, cuando el cuerpo quedara sin vida, se quedaría mirando, expectante, para ver si un fantasma emergía de los restos.  Quería salir de su ignorancia, a cualquier costo.  

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Relato para participar en la convocatoria de los Jueveros, a cargo esta semana de Marcos Planet: Tema Bendita Ignorancia. Ver detalles del reto y otras participaciones en este enlace

La conquista de Júpiter



A mediados del siglo XXVI, Don Baltasar Castellano de la Torre Innecesaria, uno de los Archiduques más ricos del Imperio Araquense de Planetas Unidos, fue el primero en sugerir que lanzando una nave espacial hacia el Oeste también se podía llegar a Júpiter. Hasta ese entonces, todas las naves de exploración (no tripuladas) habían tomado la ruta del Este.

El plan de Don Baltasar consistía en enviar una nave tripulada que hiciera estación en cualquiera de los asteroides del cinturón principal y simplemente esperar a que apareciera Júpiter en el horizonte. "Total", solía explicar Don Baltasar, "su órbita es de tan solo 11 años; por muy mala suerte que se tuviera, bastaría con esperar estacionados en Vesta o Ceres unos cinco años".

Pero, como todo en la vida, Don Baltasar corrió con mucha suerte.

Con su método se lanzaron varias misiones exploratorias bajo el nombre de Proyecto Antíope.

  • Antíope I y II fueron fallidas: nunca lograron alcanzar la órbita de Marte.
  • Antíope III comprobó que era posible llegar a Ceres.
  • Antíope IV fue suspendida por mal tiempo y una falla en la cámara fotográfica principal.
  • Antíope V y VI lograron llegar a Vesta, donde esperaron algunos meses, partieron hacia Júpiter, le dieron la vuelta, tomaron fotografías y retornaron a la Tierra.
  • Antíope VII. Se estableció como base permanente en IO, a fin de dar apoyo logístico a las siguientes misiones.
  • Antíope VIII fue una tragedia, pues su tripulación se incineró apenas intentaron salir de la Tierra.
  • Antíope IX y X lograron en un solo viaje directo alcanzar Júpiter por el oeste, darle cinco vueltas, dejar caer una sonda de exploración en la Gran Mancha Roja, aterrizar en Ganímedes para recolectar piedras y regresar sanos y salvos.

La Antíope XI sería la misión en la que la humanidad intentaría, por primera vez, poner a un hombre en Júpiter.

Dos tripulantes descendieron dentro de la Gran Mancha Roja. Recogieron muestras de gases en botellas, desplegaron la bandera de Aragca e hicieron una breve transmisión radial para toda la humanidad, que incluyó algunos chistes y gansadas sin mayor sentido.

El éxito fue total. La misión se llevó a cabo con precisión milimétrica. Luego le siguieron otras misiones de descenso a Júpiter, todas con el mismo fin de recolectar muestras de gas en botellas para analizarlas en la Tierra. Fueron cinco más, casi seis si se cuenta que la tripulación de la Antíope XIII no pudo descender en Júpiter debido a fallas técnicas, viéndose obligada a retornar a Ceres sin realizar el descenso.

Pasaron 200 años antes de que la humanidad volviera a intentar poner un pie en Júpiter.

Para entonces, Aragca ya no existía, ni había rastro alguno del Imperio Planetario. La siguiente misión a Júpiter estuvo a cargo de la Alianza Popular Solar, pero, apuntando a Júpiter por el Este, terminaron llegando por error a Saturno, concretamente a la luna Mimas. Por razones desconocidas, la nave Gorgona IV regresó a la Tierra sin tripulación. Jamás se supo qué pasó con el equipo de chimpancés al mando.



Meta Complot



La intrépida pareja policial fue citada por una misteriosa mujer en una de las salas secretas del rascacielos principal de Industrias Mengele, en la unidad 731, situada en el último piso del edificio. Mediante un código secreto, abrieron la puerta para encontrar una mesa donde ya estaban sentadas varias personas.  

—Inspectora Kiara, Detective Joe, pasen, los estábamos esperando —anunció la mujer que los había invitado.  

—¡Oh!, eres tú, Bastet —respondió Kiara con gesto malhumorado mientras tomaban asiento—. Espero que sea algo realmente importante.  

—Sí que lo es. Se trata de un asunto muy grave —indicó Bastet con gesto solemne—. Ahora que estamos aquí todos los necesarios, procederé con las presentaciones. Tal vez algunos de ustedes ya se conocen, o tal vez no, pero sepan que he reunido a las mentes más brillantes del mundo para resolver un misterio que me inquieta desde hace tiempo. Tenemos aquí a los famosos Kiara y Joe. También al Doctor Polansky, en representación del conglomerado farmacéutico Moreau; a Carlo, miembro de los coloquios de la Sociedad MonteReal; y a la pareja de agentes del gobierno: la peliazul es la Espía 13, y la peliverde, la Espía 15. Dicho esto, vamos al tema que me preocupa.  

—Como todos saben, soy la cabeza principal del Sindicato Editorial y, por tanto, la información que voy a compartir es de gran importancia. Quizás algunos ya lo sepan, otros tal vez no, pero quiero que haya consenso sobre lo que voy a declarar —Bastet hizo una breve pausa, mirando a cada uno para evaluar sus semblantes antes de continuar—. Es claro que todos los aquí presentes entendemos que somos personajes de un blog, ¿cierto?  

—Perdóname, Bastet, pero si esta es otra de tus absurdas charadas, Joe y yo nos retiramos de inmediato. Sabes que no me interesa ese tipo de charla mística que sueles escupir. Ya convocarnos a un cónclave clandestino para largar esos discursos insoportables de "trascendencia espiritual" es la gota que colma el vaso. Vuelve a tu luna de Cronos, de donde nunca debiste salir. Estás loca de atar.  

—Sabía que ibas a reaccionar así, y vine preparada —respondió Bastet con expresión optimista.  

—Escucha, tú sabes bien que Joe y yo resolvemos casos de crímenes, robos, asesinatos… lo paranormal no es lo nuestro. Si quieres hablar de eso, busca a otros detectives.  

—Lo que Bastet dice es correcto —interrumpió la peliazul.  

—Bueno, lo que yo he escuchado es que somos simulados —indicó tímidamente Carlo, desviando la mirada como si hubiese dicho un disparate.  

—Uno de los experimentos de nuestra corporación consiste en darle bananas a un gorila que escribe en una antigua máquina Remington. Por lo general, las hojas son un montón de letras al azar sin sentido, pero a veces también logra escribir las obras completas de Lope de Vega —intervino el Doctor Polansky con rostro serio.  

—¿Y guardan los libros en la biblioteca de Borges? —replicó Kiara con ironía.  

—Esa biblioteca no existe —afirmó la Espía 13 en voz baja, dirigiéndose únicamente a su compañera.  

—Sí existe... pero con otro nombre —respondió discretamente la Espía 15.  

—¿Qué es todo esto? Parece una reunión de lunáticos escapados de un manicomio de opereta —protestó Joe.  

—Tu sidekick es muy gracioso, Kiara querida. Todo lo que han dicho, de una forma u otra, está relacionado con lo que he notado últimamente. Créanlo o no, es cierto: somos personajes metidos en las historias de un blog.  

—No me cuesta asimilar el concepto —dijo la peliverde—. No veo el problema con ello.  

—Veo que comienza a haber sensatez aquí —declaró Bastet—. Para no extenderme, iré al grano: si bien todos somos personajes del blog, he notado que algunos de nosotros hemos sido sustituidos. En este grupo hay impostores.  

—¿A qué te refieres, Bastet? —preguntó Polansky, intrigado.  

—El autor del blog es quien nos da vida, pero he detectado personajes sin alma. Eso significa que entre nosotros hay algunos generados por inteligencia artificial.  

—Es exactamente lo que dije —reiteró Carlo.  

—Dijiste que éramos simulados, no generados con IA. Son conceptos distintos, aunque relacionados, ya que ambos requieren un ordenador de por medio —corrigió Bastet.  

—Entiendo el misterio —dijo Kiara—. La cuestión es: ¿cómo diferenciamos a los “reales” de los generados por IA?  

—Por eso te invité. Quizás, al ser tan escéptica y fría, tus cuestionamientos están libres de prejuicio. La respuesta es sencilla: los personajes generados por IA tienden a ser muy verbosos —replicó Bastet.  

No alcanzó a decir más, porque de la puerta del armario salió un hombre armado con un rifle desintegrador y disparó directamente hacia Bastet, reduciéndola a un polvillo muy fino.  

Los demás intentaron reaccionar, pero el hombre los amenazó con el rifle y dijo:  

—Soy el Inquisidor Rosado. Estoy contratado por el Tintero de Oro. Bastet estaba en lo correcto, pero no todo es blanco o negro: hay grises. El autor del blog es el gorila entrenado por Moreau, implantado con chips de inteligencia artificial. Todos aquí somos mitad IA, mitad azar, excepto Bastet, que era escrita sin ayudas tecnólogicas.  

—¿Y por qué la ejecutaste? —interrogó Joe.  

—Lo que sabía era demasiado peligroso. Imaginen decirle a toda la humanidad que son seres ilusorios, productos de un capricho algorithmico. Habría suicidios masivos. Por el bien de la paz mundial, esto no debe saberse.  

Y antes de que pudieran reaccionar, el asesino se apuntó con el rifle y se autodesintegró, dejando a los presentes bien pasmados. Sin saber si reír o llorar, huyeron en desbandada. Unos decidieron pagar costosas terapias a fin de olvidar lo sucedido, otros fundaron o se unieron a oscuras sectas ciber virtuales y a los demás les perdí la pista.


CONCURSO DE RELATOS ed. XLIV, JOHN LE CARRÉ, EL JARDINERO FIEL

Gallinardo

Una vez que la simulación estuvo lista y funcionando a escala real en el hiperespacio, Zaida y el Cíclope decidieron retomar sus caminos. El caballero regresó a las dimensiones límbicas, aconsejándole encarecidamente a Zaida que volviera a la Galaxia de Andrómeda, que ya estaba bastante cerca, casi que a tiro de piedra. Sin embargo, la chica ignoró la sugerencia y retornó a su hogar en el Monte Olimpo de Marte.

Un día cualquiera, mientras practicaba una compleja pieza musical, escuchó un golpe en la puerta. Al abrirla, se encontró con un cortejo de personajes de aspecto sombrío, rozando lo solemne. 

—¿Es usted Zaida Simula? —preguntó una especie de ser humanoide mitad pavo real/mitad albino, que se identificó como: Gallinardo de las Plumas Cósmicas, Alcalde del Crimen.  

—Sí. ¿Qué desean?  

—Está usted arrestada por el grave delito de poseer una simulación no autorizada.  

—Mi simulación es un asunto privado.  

—No del todo. Sabemos que no es tecnología humana, sino alienígena. Y eso, señorita, es un delito de alta gravedad. Con pena de cárcel y, posiblemente, sentencia de muerte. Ademas esta ejecutando en paralelo múltiples versiones de Aragca, lo cual es un agravante. Y hay testigos de que usted asesinó a un monito Titi, que es especie protegida por la Leyes Solares, por estar en vías de extinción.

Zaida trataba de asimilar las palabras que dijo el siniestro personaje, cuando uno de los gorilas del séquito sacó una macana de goma y le propinó un porrazo en la frente. Cayó al suelo, fulminada e inconsciente.

Cuando despertó, en Mimas, descubrió que estaba atrapada en un cepo de madera que inmovilizaba sus manos y cuello, impidiéndole cualquier gesto mágico. Estaba sola. Descalza. Abandonada. Proscrita. Desterrada. Le habián colgado un grosero letrero en el pescuezo con las palabras: "He pecado".

Usualmente, una persona normal en Mimas moriría en menos de cinco segundos debido a las condiciones extremas de aquel lugar. Pero Zaida llevaba en su cinturón un dispositivo que generaba una atmósfera personal y la protegía de la radiación. Era el estándar para sobrevivir cómodamente en Marte y tenía una duración aproximada de 24 horas antes de requerir recarga. Sin embargo, las condiciones de Mimas eran mucho más hostiles. 

El cinturón comenzó a emitir alertas: quedaban menos de 30 minutos de batería. Zaida entró en pánico. Sabía que iba a morir de forma atroz. Se dejó caer, arrastrándose por el suelo inhóspito, llorando primero con lágrimas y luego sin ellas.  Suplicó en vano por ayuda y perdón.

Cuando faltaban tres minutos para el final, decidió calmarse. Aceptó su destino. Allí, tendida sobre la gélida superficie de Mimas, entró en un estado de meditación y relajación profunda.  

El cinturón anunció la cuenta regresiva: 10 segundos, 9, 8, 7...  

Cuando llegó a cero, simplemente murió.  

No hubo túnel de luz. Nada. Solo la acostumbrada oscuridad de Mimas y la indiferente presencia de Saturno, observando con calma. 

—¿Así que esto es morir? —se preguntó Zaida al darse cuenta de que ya no tenía el cepo. Llevaba un vestido blanco, parecido al de una novia, y podía ver el desolador horizonte de la luna. Frente a ella estaba su propio cuerpo inerte.  

Se inclinó para tocarlo. Intentó acariciar el rostro del cadáver, pero la mano lo atravesó sin sentir nada sólido.  

—¿Me he convertido en un fantasma?  

No hubo respuesta. Nadie la escuchaba.  

Consciente de su nueva condición, decidió vagar por la superficie de Mimas. Dio varias vueltas, de polo a polo, hasta que, de repente, sonrió y dijo en voz alta:  

—Al menos, no tengo que arrancar baobabs.  



El Origen secreto d'Aragca 6.66

El Cíclope acababa de arrancar la simulación  (que no es un Cíclope griego, ya que tiene dos ojos, debido a que nunca le vendió uno a los dioses. "Cíclope" es tan solo un apodo con el que lo conocen sus más íntimos amigos) cuando apareció Zaida y quedo encantada con lo que veía en la consola, tanto así que decidió meter la mano para agarrar a un miquito titi simulado que andaba un poco despistado, pero al intentar sacarlo fuera de la pantalla, el animalito simplemente se desintegró.

— Los “objetos” de la simulación no pueden existir en nuestra realidad, son píxeles y requieren estar conectados a la electricidad, al sacarlo queda "zafado" de la fuente de energía y por eso se desaparecen — le explico el Cíclope a Zaida, que se notaba un tanto afligida por lo ocurrido al titi.

— ¿Quiere decir que sin querer lo mate?

— Técnicamente, los objetos de la simulación, NO están vivos, lo que ves en los monitores es tan solo una representación visual. El “verdadero” ser de esos objetos está almacenado en unos y ceros en las memorias de los computadores que hacen posible la simulación.

— Capto la idea. ¿Quiere decir que no hice nada malo?

— Si te preocupa mucho esa entidad, puedo devolver la acción al instante exacto antes de que metieras la mano.

— Si porfa, procede tal cual  dices, me siento algo culpable.

El Cíclope accionó unas palancas y engranajes de la consola y el miquito reapareció, intacto, como si Zaida nunca hubiera intervenido.

— Gracias, dejemos, pues que el bichito cumpla con su ciclo. ¿Podrías aumentar ahora la velocidad del mundo? Digamos que por cada segundo nuestro pasen 10 años. Quisiera ver a los monitos ya convertidos en humanos.

— No hay problema — dijo el Cíclope — mientras se disponía a mover manivelas, apretar tornillos e hinchar varios fuelles de aire,  para dar gusto a Zaida con el extraño requerimiento.

— ¿Ya está funcionando como quiero?

— Viento en popa, de hecho acaban de entrar en la Edad del Bronce.

— ¡Fantástico!, déjame los miro más de cerca — exclamó Zaida metiendo al mismo tiempo la cabeza en la pantalla, fue tan súbito el movimiento que el Cíclope no pudo detenerla.

Para los habitantes de Simula IV, ese día fue memorable. Desde el punto de vista de ellos vieron como apareció entre las nubes una cara gigante, de aspecto más bello que los ángeles, pero aun así un evento aterrador. Muchos creyeron que era el fin del mundo anunciado por los grandes sabios de la antigüedad, otros  se postraron al suelo y comenzaron a recitar oraciones, el pánico era generalizado. Zaida al ver tamaña confusión trato de decir unas palabras para calmarlos, pero su voz dentro de la simulación salió distorsionada produciendo un sonido semejante a un volcán en erupción. El pandemónium fue total y Zaida un poco consternada saco rápidamente la cara de la pantalla.

— Creo que se me había olvidado mencionarlo, pero entre menos uno interactúe con los personajes del mundo simulado mejor les va a ellos. A mí también me pasaron situaciones como esas en mis primeros ensayos con esta tecnología —indicó con tono pedagógico el Cíclope.

— Vaya que ha sido muy intenso, ¿qué ha ocurrido?

— Pues mientras estamos hablando, en el mundo ha transcurrido tiempo suficiente como para que se desarrollen varios cultos y teologías acerca de "La Dama en las Nubes", hasta estatuas tuyas de oro puro han levantado por doquier. Precisamente ahora hay una guerra entre aquellos que creen que la aparición de la cara gigante no es más que un mito inventado por los ancestros contra la facción que espera pronto tu regreso.

— ¿Entonces crees que debo volver a meter la cara de nuevo a ver si dejan de pelearse?

— Como te digo, lo mejor es que te escondas e interactúes de manera más indirecta con los "simulitas"

— ¿Simulitas? 

— Así han decidido llamarse ellos como especie que domina dicha realidad.

— ¿A qué te refieres con métodos indirectos?

— Supongo que lo mejor es crear un carácter dentro de la simulación que tenga ciertas características de esa "Dama en las Nubes".

— Si podemos intervenir, significa que no necesariamente esta simulación tiene que ajustarse a como ha sido la historia de la Realidad en la que vivimos nosotros.

— Ciertamente. ¿Tienes pensado algo al respecto?

— Bueno si ya he alterado el curso de la simulación ¿qué más daría hacer un ligero cambio geopolítico?

— Soy todo oídos, "dama de las nubes"

— ¿Qué te parece si variamos la historia de América, creando un país que se mantenga en Monarquía a lo largo y ancho de la Historia?

— Suena raro, pero me parece intrigante, ¿Cómo sería eso? ¿Deseas crear un reino tercermundista?

— Por supuesto que no, es más, todo lo contrario, deseo que me hagas una Monarquía apenas se descubra América, debe ser un país próspero y opulento, capaz de colonizar Marte en siglo XXI.

— ¿En qué parte de América lo pondrías?

— Buena pregunta. A mi parecer podemos quitarle un buen pedazo al Brasil que está bastante gordito y pensándolo bien NO debería siquiera existir.

— Buena elección y ¿qué nombre le pondrías?

— Aragca

— Parece una palabra indígena, ¿qué significa?

— Es un acrónimo toponímico, de Aragón y Castilla

— ¡uyy!, te sigo, querida, ¿qué más se le antoja a la Chica del Aire?

— El país debe contar con Reyes, Príncipes, Condes, brujos y hechiceros de gran renombre, y por encima de todo que hablen sin tildes, dales una ortografía propia de ellos.

— ¿Alguna religión en particular?

— Sí, que al principio sean Protestantes, pero con el paso del tiempo quiero que aparezcan otros cultos principalmente basados en mí.

— Me parece lógico, ¿se te ocurre algo más?

— ¿Puedes hacer que en tiempos modernos, digamos durante la era de Internet aparezca una audaz pareja de policías, que se llamen Boris y Doris?

— Los detectives son mi especialidad, querida. Pero el nombre elegido no me gusta, suena a cliché trasnochado

— ¿Entonces Ada Scully y Carbonell, te suenan mejor?

— Scully me suena a una sirvienta que lava platos, mejor usa Escualor, que le da un toque más serio y un tanto retorcido. ¿Carbonell tiene nombre?

— Puedo ponerle uno, pero de momento nada se me ocurre.

— ¿Y qué has pensado para ti?

— Si puedes hacer una Zaida Simulada, envíala al siglo XVII allí quiero construir una Casa de Nobles, llamada los Valier.

— Se puede hacer, pero ten en cuenta lo siguiente: tu “avatar” estará sometido a las mismas limitaciones de los nativos de la simulación: Vivirá, sufrirá, envejecerá y morirá como todos los demás.

— Está bien, supongo cada cierto tiempo puedo “reencarnar” al dichoso avatar

— Puedo hacer eso que propones y mucho más, déjame ajusto varios controles, por aquí y por allá, y todo quedaría tal como lo has planeado — dijó el Cíclope mientras alistaba un pesado martillo, un kit de destornilladores, llaves de plomería, arandelas y tuercas de varios calibres.

— No te preocupes yo también sé cómo hacerlo — aseguro Zaida y con destreza movió las perillas de 4 válvulas colocándolas en los siguientes valores: U, 7, 3 y 1. En ese momento varios engranajes se detuvieron por unos segundos, las máquinas chirriaron un poco y en la pantalla se vio como Santillana descendía por primera vez en Aragca.

— Me asombras, Mujer. Me ha tomado varios años poder perfeccionar el arte de las simulaciones y tú apenas llevas unas horas en ello y has logrado una configuración bastante difícil calibrando un par de cosillas.

— Sé algo de magia gris.

El Cíclope quedó intrigado, nunca supo si de verdad Zaida tenía los conocimientos mecánicos necesarios o si fue un golpe de suerte, supuso que probablemente ella le había leído de alguna manera la mente para extraer la pericia y habilidades requeridas. Solo por si acaso, sin que ella lo notara ajustó ciertos controles en su casco a modo de evitar infiltraciones telepáticas. Se preguntaba a sí mismo: "¿hasta dónde Zaida podría llegar si le diera completo control de aquel mundo simulado?"

Zaida  notó que el Cíclope parecía tener espasmos de escalofrío, y eso la hizo sonreír.



Viaje a Simula IV



Como era costumbre, el cortejo que transportaba en una de esas literas romanas a la "Suprema Editora", en las calles trazadas sobre el Monte Olimpo, en Marte, hacía su pomposo desfile alrededor de las 10 a. m. Llevaban trompetas para anunciar a los cuatro vientos que se abriera paso a su Excelencia.

Aquello que cargaban los del cortejo era una cápsula electrónica muy parecida a un sarcófago, en la cual iba en perpetua hibernación el cuerpo de la "Suprema Editora". Cerrando el grupo de personas iba una chica rubia, muy modesta, que parecía ir bastante atenta a su entorno. Nada ocurría sin que ella lo supiera.

Fue ella la primera en notar la amenaza que se advertía en el horizonte marciano: un grupo de mujeres en motocicleta se acercaba rápidamente. Con excepción de la rubia, nadie iba armado en el cortejo; las medidas de seguridad en aquellos días eran escasas o nulas, pues la criminalidad había sido eliminada.

Pero estas no eran motociclistas cualquiera: se trataba de un escuadrón de 8 «Avispas», una de las facciones más eficientes y sanguinarias de la Colectiva Sororitas, que también operaba en diferentes colonias a lo largo y ancho del sistema solar.

Les bastó algunos segundos para poner fuera de combate al cortejo, con excepción de la rubia, que blandía una especie de lanza, similar a la que alguna vez usaron las guardias imperiales de China. Alcanzó a poner fuera de combate a dos o tres Avispas. 

La rubia se movía rápido y con elegancia, pero las Avispas habían previsto esa posibilidad y venían preparadas: en el piso colocaron una especie de parlante que emitió un sonido de alta frecuencia dirigido a la rubia, la cual se disolvió apenas la tocó la onda sonora.

El sarcófago quedó de ese modo expuesto, sin defensa. Una de las Avispas sacó un martillo grande, digno de un albañil curtido y especializado en demolición  y comenzó a darle brutales golpes a la tapa, pero no logró mayor éxito. Fue entonces cuando una de ellas indicó que era mejor usar un taladro neumático. Querían abrir la cápsula y llenarla de ácido para eliminar “aquello” que estuviera dentro del sarcófago.

Cuando ya casi estuvieron a punto de romper el sarcófago, apareció de la nada una nave gigantesca que cubrió el cielo marciano. Las Avispas se detuvieron por completo, pues nunca se había visto una nave similar: la nave terrestre más grande no tendría más allá de 300 metros. Pero aquello que tenían enfrente podía medir varios kilómetros, casi tan grande como una luna pequeña.

De la nave salió un rayo que capturó el sarcófago y, así como apareció, desapareció del cielo marciano.

En lo profundo del hiperespacio, el piloto de la nave se dirigió a la bodega donde había transportado la preciosa cápsula. Con habilidad conectó algunos dispositivos al sarcófago y logró abrirlo. Dentro había una figura humanoide, de aspecto momificado. 

El piloto roció cuidadosamente con un spray el cuerpo de la momia, y esta abrió los ojos e intentó agarrarle la garganta con unos brazos flacos apenas cubiertos de carne azulosa. La acción duró unos segundos; la momia soltó el cuello de su presa y colapsó en un sueño profundo. Sin embargo, el piloto tocó su garganta con cierta incomodidad. Continuó rociándole diferentes líquidos, y lo que antes parecía un mero esqueleto forrado en jirones de carne podrida comenzó a tomar vida. Poco a poco dejó de ser un cuerpo decadente y decrépito para convertirse en una mujer muy similar a la rubia que la había escoltado. Tenía ahora un cuerpo bello y vigoroso. El piloto volvió a intentar despertarla. Fue entonces cuando escuchó una voz ruda de ultratumba que salía de la ex-momia:

—¡Cíclope!



—Acabas de sufrir un atentado. Iban a derretirte con ácido; si yo no aparezco para interrumpir la fiesta, en este momento serías un mero recuerdo, querida Zaida.

—¿A quién se le ocurrió esa genial idea?

—Al escuadrón de Avispas de la Colectiva Sororitas.

—¡Ja! Eso sí que es nuevo. Me parece bastante divertido. Yo misma las fundé en 1666, y mira a dónde han llegado. Se han tomado Marte, según creo.

—No solo han atacado en Marte. La rebelión de la Colectiva Sororitas está ocurriendo en todos los planetas y colonias terrestres. De Mercurio a Marte y algunas operaciones mineras en los asteroides, en estos momentos deben estar ya bajo su control.

—Es una mala noticia. Esas carniceras impondrán un régimen totalitario. Básicamente estamos viendo cómo la humanidad colapsa. Nunca podrán dominar el viaje interestelar mientras estén bajo el yugo de esas damas.

—Le ha ocurrido a muchas otras civilizaciones. No debemos intervenir; debemos dejar que la humanidad resuelva sus problemas por sí sola.

—Si esas reglas son tal cual, pues me siento algo responsable. Fue a causa mía que se formó la Colectiva Sororitas, y por siglos, secretamente, yo las influenciaba y apoyaba con mis recursos y conocimientos.

—Precisamente la regla de no intervención existe para evitar estas situaciones. Si tú interviniste, su historia ahora comienza a mezclarse con tu destino.

—No he sido la única que ha metido la nariz en la humanidad. Tú también tienes tratos a través del espejo con brujas y hechiceras.

—Cierto. Es por eso que siempre cobro un precio alto. De ese modo no me quedan "karmas" abiertos.

— Colectiva Sororitas fue una buena idea, aunque les di bastante libertad y ya en el pasado han hecho algunas cosas con las que no estoy de acuerdo. Tú tienes tecnología, ¿verdad? Bueno, envíame al pasado y yo arreglo todo.

— ¡Zaida, por favor! Toda persona razonable sabe que el viaje en el tiempo es una imposibilidad, es como si dijéramos que en algún lugar todavía Roma está invadiendo España o que en alguna parte están crucificando a Jesús. Eso implicaría que tendrían que existir múltiples copias de este universo, una por cada instante de tiempo, lo cual es un absurdo. Además de ser innecesario.

— No me trates como si fuera estúpida, sé perfectamente que no se puede retroceder en el tiempo, pero repito: TÚ TIENES TECNOLOGÍA. Yo tengo magia; juntos podemos hacer algo para resolver este problemilla.

— Todo tiene un precio, querida.

— Bueno, ¿qué te parece si asumo el aspecto de una hembra de tu especie? ¡Y con los dos ojos! Tal como eran los cíclopes antes de venderse a los dioses griegos.

— Es una idea atractiva. En ese caso, puedo ofrecerte lo siguiente: poseo un antiguo computador cuántico de mediados del siglo XXI que contiene una simulación bastante buena de la Tierra , ... , hecha con Minecraft. La llamo Simula 3.0.

— ¿Minecraft?

— Sí, es bastante completa. ¿Quieres verla?

— Por favor, me muero de las ganas.

El Cíclope accionó unos controles en uno de sus brazaletes, y en un monitor Zaida vio la simulación y comenzó a interactuar con ella.

— ¿Esta simulación a qué tiempo está sincronizada?

— Tenemos disponible desde la fecha de la fundación de Aragca hasta más o menos las tres de la tarde del 22 de marzo del 2200.

— Me doy cuenta de que la simulación no es una copia fiel de la realidad. Los habitantes son cuadrados y el mundo en sí es plano. Solo existe un disco que sería la Tierra y dos luminarias: una para el Sol y otra para la Luna, que giran alrededor del disco. Las estrellas son meros puntitos luminosos, y todo está dentro de una expansión de aire rodeada por un montón de agua arriba y abajo.

— Bueno, es lo mejor que tengo, armé el mundo en seis días. Tómalo o déjalo.

— Puedo arreglar tu simulación con algo de magia.

Zaida dijo esto último haciendo un pase mágico, y en la pantalla de la simulación el mundo dejó de verse al estilo de un software. Ahora se parecía mucho más a la realidad. Era tan preciso que el Cíclope dejó escapar algunos sonidos de admiración.

— Pon la época del simulador en 1914. Quiero ir a la Primera Guerra Mundial; después de eso me encargaré de arreglar el lío de Sororitas con el par de detectives que liquidaron.

— ¿Piensas resucitar a Carbonell y Ada Escualor?

— Técnicamente no sería resurrección, porque estaría simulando el pasado de ellos. Simplemente intervendría para que no mueran.

— Es un buen plan. Pero hay una restricción: tú no puedes meterte dentro de la simulación.

— Entiendo. Tenemos que crear una Zaida simulada que esté en comunicación conmigo para que sepa qué hacer.

— Podemos asistirla a través de los espejos.

— Muy bien. ¿Cuánto tiempo tardaría en simularse lo que va de 1914 hasta, digamos, mediados del siglo XXI?

— Para la gente que está dentro de la simulación, experimentarán el paso del tiempo creyendo que han transcurrido varias décadas; vivirán y envejecerán en consecuencia.

— ¿Y en tiempo real?

— Para nosotros será como unas diez horas, tal vez menos.

— Muy bien, hagamos como he dicho, y mientras pasa el tiempo puedo mostrarte todos mis conocimientos acerca de la anatomía ciclópea.

— ¡Trato hecho!


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Anterior: 

Ubervicaria

Colectiva Sororitas

La esfera

Escape de mimas

El rostro del Ciclópe

Para la mas bella

Año 1666:

En alguna Pirámide de La Logia de Hechiceras del Sur  se han reunido la Gran Abadesa y su sucesora.

— ¿Maestra, que contiene esa cajita de oro?, no es muy grande, cabria fácilmente en mi mano. 

— Materia Onírica, no la toques. Solo pueden portarla hombres, si una mujer la abre se escaparía ese fluido y le darían pesadillas a ella durante toda la vida. Encarga de ese trabajo a Adonis Irresistible, el sabrá que hacer.

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En el Maraverso, en nuestro presente, en un salón muy lujoso se lleva a cabo la Gala de Celebración del cumpleaños de Atalanta. Han acudido varias personalidades, heroínas y villanas, así como las actrices que las interpretan.

Atalanta comienza a destapar los regalos y de repente dice:

— Y aquí hay una cajita de oro que no tiene nombre y tan solo dice "Para la más bella". Supongo es una cortesía elegante para conmigo, modestia aparte.

— ¡Hey!, aquí hay muchas chicas hermosas, esa cajita podría ser mas bien para mí, por ejemplo — dijo en tono de broma  Anita Zinc.

Y dicho eso comenzaron a oírse varias voces de las allí reunidas reclamando la propiedad de la cajita, y de las voces y los gritos todo escalo en una gresca en donde algunas se tiraban del cabello y otras ejecutaban sendas piruetas de artes marciales.

Sin embargo, en medio de la dantesca conflagración, nadie noto que una modelo que alguna vez audicionó sin éxito para el rol de Octavia se dirigía directo hacia Mara Laira portando un picahielo, tratando de perforarle el corazón.  La locutora alcanzó a esquivar el puntazo, pero con tan mala suerte que lo desvío y se le clavó en la garganta. En ese momento un grito de Duality puso fin a la contienda. La aspirante a Octavia parecía como hipnotizada. Héctor Lestrade trato de quitar el punzón del cuello de Mara Laira, pero varias personas le sugirieron que era mejor llamar una ambulancia y dejar que los médicos la atendieran. Y así lo hicieron, los paramédicos llegaron en menos de 5 minutos.

El conductor de la ambulancia tenía una escarapela que lo identificaba como el Doctor Adonis Irresistible, el cual observo rápidamente a Mara Laira, y anuncio: 

"Es una herida limpia, parece no comprometió nada vital. No se preocupen, nosotros nos encargaremos de esa garganta, en un par de semanas su amiga estará como nueva".

Acto seguido las 4 ayudantes de Adonis pusieron en una camilla a Mara Laira, la subieron en la ambulancia y desaparecieron con ella en el pesado tráfico de la ciudad.

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Relato para participar en el Reto Juevero,  La caja Misteriosa, de Noviembre 7/2024. Anfitrión "El Demiurgo de Hurlingham":

Escribir un relato o poema, en que haya una caja, en un sentido amplio de la palabra. Puede ser una pequeña caja,  una caja de zapatos, un cofre de joyas, el cofre de un tesoro, una caja de seguridad.

Seguir este enlace para ver los detalles de la convocatoria y otras participaciones

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Ilustración de "The Hostile Hospital"

Colectiva Sororitas

Parada en la ventana trasera de una lujosa mansión, la hija de Carbonell, como de costumbre, contemplaba a lo lejos a su padre cerca de la orilla del lago. Era una mañana tan hermosa y cálida como el panorama que tenía ante sus ojos. No tenía más de tres años. La escena idílica se interrumpió cuando la niña notó un helicóptero aproximándose desde el horizonte y descendiendo cerca de su padre. Observó cómo un hombre formalmente vestido, con gafas oscuras, se dirigía hacia él. Detrás de él, descendió una mujer de aspecto serio, vestida de manera similar, quien se encaminó hacia la casa. Era la detective a la que llamaban "Barracuda Blanca", la favorita de la niña. Verla la alegró, pues suponía una tarde plena de acción. La Barracuda solía enseñarle técnicas de defensa personal y manejo de armas, además de contarle historias sobre las aventuras de su padre y sus colegas. Estaba tan feliz que no notó que su padre había abordado el helicóptero, que rápidamente ascendió y desapareció entre las nubes.

El viaje a Puerto Industrial le tomó a Carbonell al menos tres horas. Al llegar, descendieron en un aeropuerto militar, donde los esperaba un vehículo blindado similar a una limusina presidencial, rodeado de escoltas en motocicleta y vehículos fuertemente armados, como los que usan los bancos para trasladar grandes sumas de dinero. Como de costumbre, Carbonell abordó la limusina y se dirigieron hacia el edificio de la Alcaldía en el centro de la ciudad.

El sitio estaba acordonado. Carbonell vio que en una callejuela frente a la alcaldía se encontraban varios efectivos del escuadrón forense local. Con esfuerzo, se abrió paso entre la multitud de curiosos tras las barreras de la policía. Se identificó ante los guardias, quienes lo dejaron pasar.

Casi al final de la callejuela yacía un cuerpo cubierto con sábanas reglamentarias. Carbonell se acercó y se inclinó para destapar con cuidado el rostro y así identificar a la víctima.

—Yo no haría eso —advirtió una voz femenina, en tono firme. La mujer usaba gafas oscuras y una pañoleta, claramente intentando ocultar su identidad—. Sé de lo que hablo; no hay nada peor que identificar a un occiso conocido.

—¿Doris?

—Vine tan pronto como me enteré. Le dispararon por la espalda —dijo Doris, acercándose a Carbonell y ayudándolo a incorporarse—. Tienes que ser fuerte, Guerrero; todos hemos perdido seres queridos en esta profesión. Primero fue Boris, y ahora Ada.

—Juro que encontraré a los culpables y los haré pagar —exclamó Carbonell mientras se ponía de pie, sin haber alcanzado a verificar la identidad de la víctima.

—Deja que el equipo de forenses se encargue de recoger la evidencia. Sabía que estarías aquí. No estoy asignada a este caso; sin embargo, no tienes que investigar mucho. Sé exactamente quién lo hizo.

—¿Qué dices?

—Comisionado Carbonell, si me lo permites, prefiero hablar de esto en privado, en un lugar donde no haya testigos y nadie pueda rastrear lo que te digo. Conozco un parque cercano. Escucha lo que tengo que decirte, porque regreso a la capital hoy mismo. Técnicamente, nadie sabe que estoy aquí.

Carbonell dió algunas instrucciones a los efectivos policiales y se dirigieron al parque que ella había mencionado. Se sentaron en un banco discreto, alejado de la vista de los transeúntes.

—Muy bien, te escucho, inspectora.

—Ada no fue asesinada.

—¿A qué te refieres? Acabamos de dejar su cuerpo en ese maldito callejón.

—Ada fue ejecutada —replicó Doris, sin hacer caso de las objeciones de Carbonell.

—Ejecutada o asesinada, no hay diferencia. Ella ya no está, y lo único que podemos hacer es encontrar a los responsables de este crimen. Es lo mínimo que podemos hacer. Ada habría hecho lo mismo por nosotros si las cosas fueran al revés.

—Precisamente por eso quiero que escuches bien lo que voy a decir.

—Habla, entonces. De todos modos, no era un secreto que tú y Ada no se llevaban bien; eran más rivales que compañeras.

—Eso no es del todo cierto. Ada y yo éramos como hermanas, pero debimos asumir ese papel de enemistad para protegernos a nosotras y a todo el equipo.

Carbonell guardó silencio, reflexionando sobre esas palabras. Hizo un gesto para que continuara. Doris cerró los ojos un instante y respiró hondo.

—¿Qué sabes de la Colectiva Sororitas? —le preguntó, mirándolo directamente a los ojos.

—Es un grupo de trabajadoras sociales —replicó Carbonell con tono displicente.

—Trabajadoras sociales de cárceles, específicamente para los condenados a muerte —añadió Doris.

—Sí, ayudan a los condenados a aceptar su destino, ofreciendo asistencia psicológica para que sufran lo menos posible desde que conocen la sentencia final hasta su cumplimiento.

—Es cierto, pero hay algo más. Las ejecuciones en Aragca no son públicas. Las personas encargadas de llevar a cabo la sentencia, es decir, lo que en otros países se conoce como verdugos, aquí son un equipo de Ejecutoras. El día y hora señalados, la Ejecutora que lleva una capucha tradicional del oficio, revela su identidad al condenado, quien entonces reconoce a la trabajadora social que lo asistió. Es un toque macabro, pero así ha sido la tradición por siglos.

—Vaya, no lo sabía. Siempre pensé que los verdugos eran personas con un oficio algo repugnante. ¿Cómo sabes todo eso, y por qué me lo cuentas justo ahora?

—La Colectiva Sororitas es más que un grupo de verdugos. Es una red de espías internacionales, altamente entrenadas, infiltradas en todos los niveles sociales.

—¿Y fue esta red de espías la que "asesinó" a Ada? —dijo Carbonell, enfatizando las últimas palabras.

—Ejecutada —corrigió Doris—. Es un caso que no debemos investigar y que no podemos resolver.

—Estás delirando. Si esa red de asesinas está involucrada, la enfrentaremos. Recuerda que hemos resuelto misterios de alto calibre: acabamos con el Dinamitero Loco, resolvimos el Caso de los Jurados del Reality, desmantelamos la Maventi-Gumi amos de la mafia internacional, acabamos las andanzas de Múltiple Serial y detuvimos a Dedos de Platino cuando quería conquistar el mundo. Esa red no me asusta.

—Lo sé muy bien. Sé que no hay forma de detenerte hasta que halles a los culpables. Por eso estoy aquí.

Al terminar de hablar, Doris, súbitamente, accionó su pistola con silenciador y disparó a la cara de Carbonell, quien cayó fulminado instantáneamente. 

En ese mismo instante Barracuda Blanca que estaba jugando con la niña, recibió una llamada, no se molestó en contestar, simplemente saco un cuchillo y degolló hábilmente a la pequeñuela, limpió la hoja con los mismos vestidos de la criatura y salió de la casa sin siquiera preocuparse por cerrar la puerta. Afuera, enfrente de ella, se encontraba un helicóptero que la transportaría lejos de allí.


FIN

Umbral al pasado

Ada se encontraba siguiendo una pista en un callejón oscuro. En el extremo abierto de aquel lugar se erguía un edificio de unos cinco o seis pisos, la sede de la alcaldía municipal. Ada pudo ver que en el último piso había una ventana abierta. Hacia el otro extremo, solo había una muralla de ladrillo, cubierta de grafitis inconclusos e indescifrables, un tanto obscenos para su gusto.

Con algo de desconfianza, se adentró en aquel callejón de pesadilla, frío y maloliente, en dirección a la muralla. Por alguna razón, sintió un escalofrío, era la sensación de ser la presa de un cazador.

Por instinto y por la habilidad que da el oficio de detective, se giró rápidamente, desenfundando su pistola y apuntando hacia la misteriosa ventana.

Pero no había nadie; de hecho, la ventana ya estaba cerrada.

Ada se sintió algo confundida, como si no debiera estar allí, casi como si acabara de nacer. Sin embargo, la sensación de ser observada la perseguía e incomodaba. Intrigada, decidió abandonar el callejón y dirigirse hacia el edificio.

Al cruzar la puerta, se encontró con alguien de su pasado, alguien a quien ya había olvidado por completo.

—Carbonell. Qué sorpresa, ¿qué haces en mi ciudad?

—¡Ada! Qué alegría verte de nuevo. Estoy en un asunto oficial, nada importante.

Se dieron un abrazo ligero, de cortesía; ella notó que Carbonell protegía su brazo izquierdo, en un gesto casi imperceptible, pero no para el ojo entrenado de Ada.

—Voy algo retrasado; debo tomar el tren de regreso a la Capital. Me gustaría quedarme a hablar contigo, pero ya sabes cómo son estas diligencias, con sus horarios tan apretados —se excusó.

—Oh, te entiendo perfectamente. De hecho, yo también tengo un asuntillo que revisar aquí mismo, en la alcaldía. Te deseo buen viaje de regreso; quizá otro día podamos hablar más tranquilos, en otro sitio y en otras condiciones.

Los dos se despidieron mecánicamente. Ada tomó el siguiente ascensor y se dirigió al cuarto de la dichosa ventana. Con paciencia, forzó la puerta y entró en un salón amplio y vacío.

Se acercó despacio a la ventana y contempló la vista hacia el exterior. Era el sitio perfecto para un francotirador que quisiera disparar a alguien que se adentrara en el callejón.

Entonces percibió un olor: la loción de Carbonell. Y había otro aroma, más sutil, casi enterrado en su memoria. En una de las paredes notó unos rasguños, pequeños pero recientes.

Supuso que Carbonell había estado allí y que se había producido una confrontación, pero ¿con quién o quiénes?

Ada pensó furiosamente durante unos segundos y lanzó un grito alarmado, mezcla de dolor, pánico e impotencia. 

Recordó un aroma del pasado: era, sin lugar a dudas, el olor de la muerte, la traición, el rastro inconfundible de Colectiva Sororitas.

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Anterior: Ubervicaria

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Relato escrito para participar en la convocatoria de Alianzara y VadeReto del Acervo de Letras. Noviembre 2024: El Espacio, en tono de horror/Suspenso. Ver condiciones y otras colaboraciones siguiendo los enlaces.

Enlace a Acervo de Letras

Damas de la cancion

Una línea abandonada en este blog es relacionada con las "Damas de la Canción" en la que buscaba compartir música de mujeres cantantes que a mi criterio eran de importancia histórica y/o hacían un buen espectáculo.

Sin embargo, ahora encontré una mejor manera de compartir y fue creando una lista con al menos 350 canciones en inglés principalmente (tengo pensado hacer una lista similar con solo mujeres cantando en español), lo interesante es que efectivamente muchas canciones ya las había escuchado en el pasado o al menos recordaba de alguna manera el nombre de la intérprete.

El enlace es el siguiente.


https://youtube.com/playlist?list=PL5gh2DhtxdY-Su37buNZnKxkkq9wHnO6v&si=R28hvJ8-ynGoJXCg


Un par de ejemplos con "One way or another"

Y en otra version



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Anterior:

Likke Li and Robyn

Maria Franz

The 5,6,7,8

Rafaella Carra

Helenita Vargas

Björk

Sarita Montiel

Edit Piaf

Gigliola Cinquetti


Lista completa:

Ubervicaria

I. 

Unidad 731, Marte. 

La Ubervicaria de Colectiva Sororitas, Madame Ventalia de Escarmujo, se encontraba en una lujosa sala de espera. Estaba a punto de asistir a su audiencia con el Gran Concejo Editorial de Aragca. Sentía una mezcla de desdén y ansiedad, ya que debía presentarse ante "Los Once" para defender su caso.

Los Once eran diez delegados de diversas regiones del Imperio, con voz y voto. No obstante, los diez se subordinaban a la decisión final del Supremo Editor en caso de que alguna cuestión resultara especialmente complicada.

Cuando ingresó al Salón de Audiencias, le pareció un recinto bastante amplio. Los delegados estaban dispuestos en atrios elevados, cinco a la izquierda y cinco a la derecha.

La asistente de audiencias que la guiaba indicó a la Ubervicaria que se colocara en un pequeño cuadrado en el centro de la sala, equidistante de los atrios de los delegados. Frente a ella, observó un palco vacío ubicado varios metros por encima de toda la escena.

—Tiene usted la palabra, Ubervicaria —dijo uno de los delegados con un tono frío y carente de inflexión.

La Ubervicaria tuvo que aclararse la voz antes de hablar, ya que las circunstancias la hacían sentir como si estuviera compareciendo ante un tribunal acusador, lista para ser declarada culpable de un crimen atroz.

—Honorables miembros del Gran Concejo Editorial, comparezco ante ustedes porque vivimos tiempos muy inciertos que amenazan la estabilidad del Imperio. Si no se toman medidas urgentes y extremas, corremos el riesgo de desaparecer para siempre.

—El Imperio está en su mejor momento. Lo que dices es completamente ilógico —la interrumpió, visiblemente molesto, uno de los delegados.

—Es precisamente por eso que he solicitado esta audiencia. Si queremos preservar estos buenos tiempos, es necesario actuar de inmediato. Aunque hay prosperidad en todo el Imperio, también es cierto que el egoísmo ha comenzado a florecer en ciertos sectores. Una vez más, la sombra del crimen se cierne sobre nosotros.

—Ubervicaria, ahórrese los discursos. Indique claramente qué es lo que solicita de esta Asamblea.

—He venido a exigir justicia para una destacada miembro de Colectiva Sororitas.

— Colectiva Sororitas es una reliquia simbólica del pasado. Hoy en día no es más que una institución decorativa y obsoleta.

—Siempre que se descuida una institución como Colectiva Sororitas, el crimen se infiltra sutilmente en el Imperio.

—Ubervicaria, le recordamos ser explícita en su petición. Esta audiencia no puede prolongarse indefinidamente. ¿Qué desea? ¡Explíquese!

—Exijo justicia para Ada Escualor, una Hermana que fue asesinada en un callejón oscuro en circunstancias nunca aclaradas.

—Los eventos que menciona ocurrieron hace dos siglos, en un pasado remoto. Cualquier solicitud al respecto está fuera de nuestro alcance.

—Lo que pido es la resurrección de la Hermana Escualor. Nuestro mundo necesita una figura fuerte como ella para mantener el crimen bajo control.

—Lo que solicitas es absurdo e imposible. Desde que este Concejo existe, jamás se ha hecho una petición semejante.

—Me permito recordar al Gran Concejo que ha habido casos de resurrección en el pasado reciente, como el de Valeriano Sideral y Justicia Celeste, ambos paladines de renombre que aún sirven al Imperio. Todos saben que, si un personaje muere, siempre es posible resucitarlo, tal como ocurre en Aragca y otros lugares con villanos y héroes legendarios.

—La resurrección de esas personas fue una decisión directa de la corona. En el caso de Colectiva Sororitas, esta asamblea no encuentra motivos suficientes ni autoridad competente para resucitar a Escualor. Damos por concluida su audiencia, Ubervicaria Escarmujo.

—Un momento, no tan rápido, señores del Gran Concejo. Sabiendo que mi solicitud sería rechazada, recurro a esta asamblea como miembro de la casa Imperial. Todos saben que mi abuelo fue Virrey al servicio del Conde Valier.

—Esta asamblea no distingue entre un ciudadano común y uno con títulos nobiliarios. La dinastía Valier ya no existe, fue reemplazada por los Monteagudo, quienes a su vez fueron sustituidos por los Peñalumbría. Además, el título de Virrey no es hereditario ni de nobleza. Sin embargo, somos flexibles y justos, y en honor a su antepasado, esta asamblea convoca a sesión a "El Once", nuestra Suprema Editora.

En ese momento, sonó una fanfarria y, en el palco desocupado, apareció un grupo de porteadores ricamente ataviados, que transportaban en una litera romana una especie de sarcófago sofisticado. Detrás de ellos, caminaba una muchacha rubia vestida de manera sencilla.

—¡Todos de pie. Su señoría, la Suprema Editora del Imperio de Aragca! —anunció solemnemente uno de los delegados.

—Como es costumbre desde hace varias décadas, la Suprema Editora reposa en su sarcófago. Sin embargo, tenemos una intérprete que se encarga de la comunicación entre ella y esta honorable corte.

En ese momento, la joven rubia se adelantó y comenzó a torcer los ojos y hacer gestos como una médium invocando espíritus. Habló con una voz que sonaba como la de una hechicera anciana, lo cual incomodó tanto a los delegados como a la Ubervicaria.

—Conocí personalmente a Ada —empezó a decir la voz a través de la joven—. No puedo decir que fuéramos amigas íntimas, pero siempre la admiré. Me conmovió saber de su deceso, un evento que nunca se resolvió. Sin embargo, eso no justifica que podamos resucitarla. Tengo aquí el contrato que ella misma firmó, en el cual expresa su deseo de no ser resucitada bajo ninguna circunstancia. Debemos respetar su voluntad. ¡Es la Ley!.

Volvió a sonar la fanfarria y todo el cortejo se retiró tan rápidamente como había aparecido.

—¡La Editora Suprema ha hablado! —anunció uno de los delegados.

—¡La Editora Suprema ha hablado! —respondieron al unísono los demás, como si se tratara de una letanía.

—Ubervicaria, nieta del Virrey Valier. Su solicitud ha sido denegada.

Dicho esto, los delegados comenzaron a retirarse, dejando a Madame Ventalia de Escarmujo completamente sola. Ella también se dispuso a abandonar el salón, roja de furia.

II.

De vuelta en la Tierra, en el Castillo de la Colectiva Sororitas, en una de las cámaras secretas, la Ubervicaria habla en voz baja con una mujer misteriosa.

—¿Crees que El Concejo se tragó toda esa parodia de la resurrección?

—No lo sé, Hermana, pero de todos modos es irrelevante. Hemos confirmado nuestras sospechas.

—¿Detectaste su punto débil?

—Pudimos acercarnos lo suficiente a la Chica Rubia. Yo llevaba un disruptor de alta frecuencia, que operado a corta distancia, como en el Salón de Audiencias, me permitió notar una breve interrupción, apenas perceptible a simple vista.

—¿Entonces la rubia es un holograma, como habíamos predicho?

—Exactamente, no hay espacio para más dudas.

—Debemos separarla del sarcófago si queremos tener éxito.

—Por favor, procede con la siguiente fase del plan. Pero recuerda que, en el pasado, ideas similares costaron la vida a varias Hermanas, algunas de ellas extremadamente hábiles en su oficio.

—Tendré el mayor cuidado, Hermana Ubervicaria.

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